sábado, 9 de noviembre de 2013

Nota de Lía Schenck sobre "No huiré de mi vida"



 
PRIMER CAPÍTULO DE "NO HUIRÉ DE MI VIDA"

Ciento ochenta días… y tal vez algunas horas. Exactamente no lo sé. Cuatro mil trescientas veinte… O a lo sumo cuatro mil quinientas… Esas son las horas que faltan para que mamá esté libre. ¡Ojalá nunca llegue ese día!...
No sé por qué le digo mamá. Debería llamarla Alejandra y punto.
Lo único que me alivia es que ya no vendrá Damián, mi hermano, a buscarme para ir a visitarla y ya no tendré que padecer la humillación de hacer cola en la cárcel para verla. Hace tiempo que le dije a mi hermano que no me interesaba ir más, pero me pidió que fuera al menos un par de veces al año. No me negué, pero cada vez que llega el día de la visita me enfermo, me viene un fuerte dolor de estómago y ganas de vomitar. Damián siempre la defiende; creo que nunca se ha puesto a pensar que no es defendible por el solo hecho de ser su mamá.
Yo quisiera no tener que verlo a él tampoco, pero es insistente. Tengo solo 14 años, él tiene el doble que yo. Desde que mamá entró a la cárcel quiso que me fuera a vivir con él y su novia pero yo elegí vivir con Lala. Lala es mi abuela. Yo la llamo Lala, pero su verdadero nombre es Alondra. Nunca supe si le pusieron Alondra porque cuando nació lloraría como el canto del pájaro que se llama alondra, o porque estaban de moda unos muebles que eran de esa marca.
¡Qué nombres feos se elegían en la época de mi abuela!
Yo al menos no tengo un nombre tan feo. Me llamo Celeste. Cuando iba a la escuela no me gustaba mi nombre porque mis compañeros me peleaban y me decían “Rosado”. Pero después crecí y me di cuenta de que mi papá me eligió un lindo nombre. Estoy orgullosa porque me lo eligió él. Si me lo hubiera elegido mamá lo odiaría. El celeste es un lindo color. A mí me gusta mirar el cielo cuando está sin nubes, bien celeste. También me gusta mirar el mar de ese color. En realidad, las veces que fui a Punta del Diablo nunca vi el mar celeste, pero he visto fotos de Punta Cana, y de las islas Fiji, y de… bueno, no me acuerdo de los nombres, pero son lugares preciosos con el agua bien clarita y transparente. Mi abuela me prometió que cuando cumpliera los quince íbamos a hacer un crucero juntas por esos mares de agua turquesa, pero me parece que la promesa no la podrá cumplir. Hay tanto lío familiar que no sé qué va a pasar. Vaya o no a un crucero, mi nombre es Celeste y me encanta llamarme así.

Lo que nunca entendí es por qué Lala a veces me dice Violeta. Nunca le pregunté, pero odio que confunda mi nombre, que es el de un hermoso color, con el de otro color, que tampoco es feo, pero no es mi nombre. Cuando me enojo porque se equivoca al nombrarme, ella me dice: –Yo tampoco me llamo Lala, y sin embargo no me enojo cuando vos me llamás así–. Tiene razón. Mi abuela casi siempre tiene razón. Bueno, mejor me corrijo: Mi abuela casi siempre tenía razón. Cuando me vine a vivir con ella creía que era la mujer más inteligente sobre la tierra. Me hacía los gustos, me mimaba, me contaba muchas cosas lindas de mi papá, me decía que había sido un hombre importante, que había luchado mucho en la vida y que fue una persona muy querida. Mi abuela me quería mucho. Supongo que ahora también me quiere. Yo soy su única nieta, porque mi hermano no es nieto de ella; Damián y yo tenemos la misma mamá pero tuvimos distinto papá. Ahora ninguno de los dos tiene papá. El de él murió antes de que yo naciera, y el mío… El mío tampoco vive. Esto es muy triste… No solo me da tristeza que mi papá haya muerto. También siento rabia y hasta vergüenza. Es una mezcla de sentimientos que ni yo misma entiendo.
Capaz que no soy la única nieta de mi abuela, porque ella tiene otra hija que me parece que se llama Mariela o Manuela. No, ahora me acuerdo bien. Se llama Marcela. Una vez se fue de su casa y nunca más regresó. Eso fue antes de que yo naciera. Yo no sé si Lala sufrió por el alejamiento de mi tía… Si sufrió lo oculta, porque jamás habla de ella. A mí me gustaría saber algo más de Marcela, porque supongo que debe de tener hijos, o sea que yo debo de tener primos más o menos de mi edad. Pero nunca pude sacarle a Lala ni una sola palabra. De la única persona que habla con orgullo es de mi papá, y alguna vez habla de mi abuelo. De mí también lo hacía, pero ahora creo que está un poco desilusionada.
Soy más grande y ya no veo a Lala tan perfecta como antes. Creo que ella a mí tampoco. A veces me dice que me parezco a mi mamá, y eso es peor que insultarme. Ahora nos peleamos bastante: no me deja ir a bailar, me dice que soy mentirosa, me controla todo el tiempo y casi no me deja estar con mis amigos. Antes me encantaba porque siempre me defendía. Me gustaba cuando Damián venía a buscarme para ir a visitar a mi mamá a la cárcel y ella se ponía de mi parte.
–Ella no quiere ir y tú debes respetar su decisión –le decía a mi hermano.
Damián discutía con Lala un buen rato y, al final, la mayoría de las veces se iba a la visita sin mí.
Es verdad que un poco le miento, pero si le dijera la verdad viviría más presa que mi mamá. Si me maquillo me dice que me puse demasiado lápiz labial y que alrededor de mis ojos me puse tanto delineador que parezco un panda. Si me pongo la ropa que a mí me gusta me dice que “esa no es forma de vestirse una señorita”, si me invitan a una fiesta no me deja ir porque dice que soy chica para salir, si no me ve encerrada en mi cuarto estudiando me dice que me va sacar del colegio y me va a poner en un convento.
Ella estaría contenta si yo me pasara en casa estudiando, haciendo algunas tareas y aprendiendo cómo dirigir a las empleadas. Pero yo no sé qué es lo que quiero hacer. No sé si me importa estudiar una carrera como hizo mamá. Al final ¿para qué le sirvió? Y las hijas de las amigas de mi abuela, todas han hecho una carrera, pero jamás trabajaron. Se casaron y sus maridos son los que trabajan… Es tan diferente a lo que ocurre con las mamás de algunas de mis amigas.
Yo aún no estoy muy segura de qué quiero… no quiero pensar en mi futuro; no quiero pensar en cuando sea adulta; y mucho menos quiero pensar en el día que mamá salga de la cárcel. Tengo tanto miedo de que me obliguen a ir a vivir con ella. No le tengo miedo, solo que no la quiero. Me da vergüenza tener una mamá en la cárcel.
Ahora me voy a acostar a dormir. No quiero pensar más en esas cosas. Mejor voy a concentrarme en Manuel, el amor de mi vida. Cada vez que lo veo mi corazón me late como a mil por minuto. Espero que él no se dé cuenta, pero me re gusta. Voy a dormirme y tratar de soñar con él.

(continúa)
 
Puedes leer algo más aquí:
 
 
 
Imágenes de la presentación en el Gimnasio del Liceo Departamental de Colonia "Prof Juan L.Perrou" de Colonia del Sacramento, el 11/11/2011.
 
 



Para poder leer la nota de Lía Schenck:
 
 

 
 

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2 comentarios:

  1. Muy bueno no lo pude terminar de leer quede en la pagina 105 porque lo estábamos leyendo en el Instituto que voy a estudiar con la profe de Idioma Español le deseo suerte chau besos Florencia

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    1. Espero que en algún momento puedas conseguirlo y terminarlo ¿no? Beso grande

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